McCullers,
Carson: Balada del café triste y
otros relatos; Seix-Barral, Barcelona, 1958, 2ª ed., 347 pp. P. 40-42, Balada del café triste: En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas.
Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una
experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el
amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia,
el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el
corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o
menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce
entonces una soledad nueva y extraña, y este conocimiento le hace sufrir. No le
queda más que una salida: alojar su amor en su corazón del mejor modo posible;
tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y
suficiente. Permítasenos añadir que este amante no ha de ser necesariamente un
joven que ahorra para un anillo de boda; puede ser un hombre, una mujer, un
niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.
Y el amado puede presentarse
bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para
el amor. Se da por ejemplo el caso de un hombre que ya es abuelo que chochea,
pero sigue enamorado de una muchacha desconocida que vio una tarde en las
calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una
mujer perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado; y el
amante ve sus defectos como todo el mundo
–pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más
mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello
como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una
pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y
sencillo hacia un loco furioso. Es solo el amante quien determina la valía y la
cualidad de todo amor.
Por esta razón, la mayoría
preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la
verdad es que, en el fondo, el convertirse en amados resulta algo intolerable
para muchos. El amado teme y odia al amante, y con razón: pues el amante está
siempre queriendo desnudar a su amado. El amante fuerza la relación con el
amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.
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